martes, 20 de septiembre de 2016

El segundo Mandamiento


"No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos." Éxodo 20.4-6

A muchos nos resultan chocantes esas palabras. Sin embargo, la gente primitiva necesitaba ser enseñada de esa forma, porque para ellos era común hacerse dioses palpables. Nosotros tal vez ya no fabricamos ídolos, o intelectualizamos los que tenemos. No obstante, cada vez que le otorgamos poder a algo fuera de Dios, sea una cosa, una idea, o un interés personal, estamos haciendo un ídolo de eso. Por ejemplo, le damos poder a nuestros prejuicios, particularmente a nuestros prejuicios predilectos. Todos nosotros conocemos gente que dice "por qué me sucede esto a mí, Dios se ha ensañado conmigo", y lo dicen con cierto regocijo. Otros prefieren otorgarle poder a sus dolencias, porque de ellas derivan su imagen personal. También cuando nos afanamos por conseguir riquezas, fama o influencia, estamos erigiendo esas cosas como ídolos... Es sólo cuando les quitamos el poder que les hemos otorgado que podemos transformarlas.

"A pesar de que conocían a Dios, no le rindieron honores ni le dieron gracias como corresponde. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su conciencia cegada se convirtió en tinieblas." Romanos 1.21

Si dejamos a Dios y adoramos ídolos de cualquier clase que fueren, inevitablemente vamos a sufrir. Las estatuas de piedra o las figurillas de madera pueden ser fácilmente destruidas, pero no resulta tan fácil con los ídolos de la mente y el corazón. Para eliminar esos ídolos sutiles necesitamos dejar de darles poder y de pensar en ellos.

En este mandamiento, Dios afirma:"porque yo Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso". Eso no significa que Dios sea celoso de la misma forma que lo es un hombre o una mujer, sino que Él debe tener el primer lugar. 

El problema con mucha gente "espiritual" es que desea tener a Dios como a un criado, manteniendo para sí la primacía. De esta forma, las Escrituras usan la palabra celoso en el sentido de que si damos adoración y poder a algo excepto a Dios, hemos perdido por completo a Dios. No podemos tener a Dios parcialmente. O Dios es el único y soberano poder o es nada en absoluto.

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