viernes, 1 de mayo de 2015

Creados para crear

Por alguna extraña razón, tal vez derivada de una lectura irreflexiva, tal vez motivada por prejuicios, la cultura cristiana occidental ha considerado de forma más o menos explícita al trabajo como un castigo divino. Pero basta una mirada para darnos cuenta que el trabajo es en realidad una expresión que puede conducir nuestra vida a la plenitud de la realización.


"Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara..." - Génesis 2.15

No es el propósito divino de la creación que la labor humana se convierta en una carga insoportable, sino en un juego creativo. Toda realización importante en la vida es fruto del trabajo esforzado, pero perder la dimensión creadora de la labor es garantía de perder su verdadero valor y fruto. Hay una cierta actitud mental hacia el trabajo que se puede comparar con la rabia, esa actitud de ningún modo puede conducir al éxito.

Iniciar cualquier actividad tomándola como una carga punitiva es un camino directo al fracaso. Son incontables las personas que fracasan en sus labores, en sus estudios, en sus emprendimientos, o avanzan pesadamente, porque realizan esas tareas como si fueran una penalidad de la que sería mucho mejor desprenderse.

"Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran." - Génesis 1.28

Veamos al trabajo como un juego creativo, una forma de expresar productivamente nuestro propio ser. Hemos sido creados para crear. Consideremos las dificultades como parte del juego, y de esa forma todo será liviano y llevadero. La mayor diferencia entre el trabajo y el juego es la actitud. Son muchísimas las personas que hacen mayores esfuerzos cuando juegan que en cualquier otra ocasiones, pero no lo saben porque para ellas se trata de un sano esparcimiento.

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