martes, 27 de octubre de 2015

Conservar la integridad


La integridad espiritual, la entereza de lo más profundo de nuestro ser, es la única cosa que importa. Por esa razón Jesús enfatiza que ningún sacrificio puede ser considerado demasiado grande para asegurar la integridad de nuestra alma. Cualquier cosa que ponga en riesgo la integridad espiritual debe ser reconocida, rechazada y abandonada, incluso si eso produce malestar en nosotros.

"Así pues, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácatelo y échalo lejos de ti; es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y échala lejos de ti; es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo vaya a parar al infierno." Mateo 5.29-30

Cualquier cosa que se interponga entre nosotros y nuestra verdadera comunión con Dios, el bien siempre presente; sea un vicio, un viejo rencor sin perdonar, la codicia por las cosas de este mundo, debe "ser arrancado". Esas cosas, que son tan obvias, son fáciles de identificar y abandonar si lo deseamos. Pero existen otras, tanto o más perniciosas, que son más sutiles como el orgullo espiritual, las santurronería y el egoísmo que se levantan como barreras inexpugnables a la hora de salvaguardar nuestra integridad espiritual.

Las palabras de Jesús encienden nuestra susceptibilidad, especialmente porque muy dentro nuestro sabemos bien lo que significan. Nuestro deseo de atesorar la maldad es tan grande que nos ocultamos tras la dureza de las palabras para excusarnos y no cambiar. No nos engañemos, sin abandonar lo  que se interpone a la plena comunión con Dios nuestra vida se empobrece y finalmente perece en "el infierno."

No hay comentarios:

Publicar un comentario