"Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre." Juan 15.16
Cuando nos vemos a nosotros mismos como seres limitados, infelices, insatisfechos, enfermos o empobrecidos, en resumen, un fracaso, eso se debe sencillamente a que fallamos en ver correctamente la voluntad de Dios para nuestra vida, o sea, no estamos manifestando el propósito divino para el cual fuimos creados.
El descontento no es malo en sí mismo. Una saludable disconformidad con la apatía, el fracaso o la frustración, es un incentivo vital para superar tales cosas. Es esencial para nuestra vida estar descontentos con menos que la plenitud de vida, armonía y felicidad que Dios desea para todos nosotros. El propósito de Dios no pude ser frustrado, porque somos manifestaciones de lo Divino, y nada puede satisfacernos hasta que llenamos la medida de nuestro llamamiento.
Esa vocación fundamental es la llamada de Dios, y cuando Dios nos llama a su servicio, el provee todo lo necesario. Lo que sea que necesitemos para responder plenamente a la llamada divina, Él lo proveerá todo, si fijamos nuestra mirada espiritual en su infinitud y no en nuestra limitación.
"En su casa hay abundantes riquezas, y su generosidad es constante." Salmos 112.3
No hay comentarios:
Publicar un comentario