viernes, 12 de febrero de 2016

La plenitud del tiempo

Somos hijas e hijos de Dios y, por esta misma razón, coherederos con Jesús (Romanos 8.17). Muchas veces nos vemos llenos de limitaciones y temores, y dudamos de que Dios realmente sea nuestro Padre. Sin embargo esta es solamente una etapa, porque espiritualmente no somos sino niños pequeños. Los infantes, carentes de sabiduría y experiencia, no pueden asumir grandes responsabilidades y tienen que ser guiados y formados.

"Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo de la familia, aunque sea en realidad el dueño de todo. Hay personas que lo cuidan y que se encargan de sus asuntos, hasta el tiempo que su padre haya señalado." Gálatas 4.1-2

Pero cuando llega la plenitud del tiempo, la voz del Espíritu se hace oír en el corazón llevando a que las hijas e hijos de Dios exclamen "Abba, Padre". Entonces, al fin, reconocemos que somos hijas e hijos de un gran Rey y que todo lo que el Padre posee, es nuestro por derecho para nuestro bien, sea salud, provisión, oportunidades, armonía, alegría, o cualquier otra bendición divina.

"Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!" Mateo 7.11

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