viernes, 9 de junio de 2017

La preocupación no es oración

"Señor, tú eres mi Dios; yo te alabo y bendigo tu nombre, porque has realizado tus planes admirables, fieles y seguros desde tiempos antiguos." Isaías 25.1


Frecuentemente pensamos que la oración es exponer ante Dios, con cierta dosis de queda e indignación, nuestras preocupaciones y afanes. Sin embargo, poco esperamos de nuestras plegarias, ya que derivamos una cierta satisfacción malsana al sentirnos victimas de las circunstancias. De poco provecho son nuestras plegarias si no pasan de un placebo mental. Orar pensando que “si esta oración no hace bien, tampoco hará mal”, no puede ser considerado orar.

"Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan." Mateo 6.7-8

Jesús nos recuerda que el Padre conoce todas nuestras necesidades, y podemos confiar que no son las palabras, sino el corazón, lo que hace válida a la oración. Las repeticiones y lamentos pueden proporcionar un cierto alivio mental, pero de ningún modo fortalecen el espíritu. La plegaria tranquila y sinceramente, la silenciosa espera en la presencia de Dios, son la clave de la oración eficaz. Como escribiera John Bunyan: “En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que tener palabras sin un corazón”.

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