viernes, 4 de agosto de 2017

Dulce será mi meditación...

"Quiera el Señor agradarse de mis pensamientos, pues sólo en él encuentro mi alegría." Salmos 104.34

Todos, querámoslo o no, pasamos por dificultades y tribulaciones con mayor o menor frecuencia. Cuando aparecen los problemas nos alarmamos y buscamos solucionarlos con todas nuestras fuerzas y habilidades. Solamente cuando todo falla, y casi sin esperar que en realidad produzca algún efecto, es que recurrimos al auxilio divino.


Pensemos en algo que nos preocupa en este mismo instante, puede ser algo sencillo o complejo.  Humildemente dejemos el asunto en la silenciosa presencia de Dios. Ante Dios todo toma su justa medida, o sea, es nada. Toda perturbación se desvanece en la dulzura de la meditación. Descansando silenciosamente en la Presencia percibimos que no necesitamos nuestra fuerza, porque no tenemos ninguna. Tan solo Dios es.

"Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que él te ayude." Salmos 37.7

No digamos nada, guardemos silencio ante el Señor, dejemos que sea Él quien actúe. ¡Quién diera que pudiéramos permanecer para siempre así! Pero nuestra vida, nuestro prójimo y nuestro tiempo nos reclaman. Así, al despedirnos del momento de meditación silenciosa, hagámoslo dando gracias. La gratitud es la oración más poderosa y la demostración cabal de la fe; damos gracias porque sabemos que Dios siempre está con nosotros. 

«Si la única oración que dijera fuera: ¡Gracias!, bastaría.» - Meister Eckhart

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