martes, 29 de agosto de 2017

¿Huir de la vida?

"Vengan a mí, que yo los salvaré, pueblos del extremo de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro." Isaías 45.22

Cuando nuestros problemas, tribulaciones y dudas parecen multiplicarse, la mayoría de nosotros tratará de solucionarlo poniendo el mayor empeño y esfuerzo. Pero, paradójicamente, cuanto más nos esforzamos, más parecen crecer nuestras contrariedades. Las Escrituras contienen numerosas invitaciones y exhortaciones a no poner nuestra esperanza en la propia fuerza, sino a refugiarnos en la presencia de Dios. Para la mente pragmática eso no es más que una fuga, una huida para no enfrentar la realidad. ¿Será así?

Dios nos creó para vivir. Huir de la vida significaría fugarse del propósito para el cual fuimos creados. No obstante, y a pesar de cierta mentalidad heroica, escapar del mal no es cobardía, es prudencia y sabiduría. Supongamos que estamos a bordo de un barco que se hunde, ¿qué podemos hacer? Lo más sabio y prudente es abandonar la embarcación tan rápido como nos sea posible. Eso no sería en modo alguno fugarse de la vida; más bien es escapar rumbo a la vida.

"Sé tú mi roca protectora, ¡sé tú mi castillo de refugio y salvación! ¡Tú eres mi roca y mi castillo!" Salmos 71.3

Aunque a menudo se nos acusa a los cristianos de creer un cuento de hadas con el sencillo propósito de no enfrentar la realidad, lo cierto es que incluso los detractores deben concordar con que el pecado, el miedo, y las limitaciones no son vida en modo alguno, sino que son signos de muerte. No podemos superar el mal con nuestras propias fuerzas. Tan sólo podemos hacerlo por medio de la abundancia de vida que únicamente Dios da por medio de Cristo. Apartarnos del mal, de la duda y del pecado, y aquietarnos en la presencia de Dios nos garantiza la victoria. No se trata de una fuga cobarde, sino de un refugio confiable.


"Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y éste huirá de ustedes." Santiago 4.7

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