lunes, 17 de noviembre de 2014

Un lugar de paz

Calla en presencia de Dios, y espera paciente a que actúe.” Salmos 37.7

¡Qué difícil resulta el silencio en nuestro tiempo! Nos aburre el silencio. Nos deprime el silencio. Nos aterroriza el silencio. Vivimos en un tiempo de agitación, actividad y ruido. Nuestro mundo ahoga la profundidad del ser humano en un mar de ruido. El silencio asusta, porque en él no nos podemos disfrazar.

El fruto del silencio verdadero es la paciencia, la calma y la paz autentica. En el silencio descubrimos nuestra propia nada y el todo de Dios. El silencio se perfecciona en la espera y se hace más fácil esperar cuando entramos al silencio.

Que las injusticias no turben nuestro corazón. Aunque parezca que a los malos les va mejor, no nos alteremos con eso. La justicia del Señor nunca falla, su ley es inmutable. En él no hay sombra de variación, ni carencia, ni error.



Aquietemos el torbellino causado por nuestros deseos. Lleguémonos al lugar de Paz que Dios ha preparado para nosotros. Y allí, en el silencioso jardín de la oración, encontraremos la visión de la gloria del Altísimos diciéndonos: “no teman, yo estoy aquí”.

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