jueves, 18 de diciembre de 2014

Para servir



Yo, el Hijo del hombre, soy así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. Vine para liberar a la gente que es esclava del pecado, y para lograrlo pagaré con mi vida.” Marcos 10.45



El servicio exige despojarse del orgullo, no se puede servir siendo altivo. Jesús, el Hijo unigénito de Dios, dijo a sus discípulos que Él no había venido para ser servido, sino para servir. En todas sus palabras, en todos sus gestos, en todas sus obras y señales, Jesús se presentó como el que sirve, manso y humilde, siempre dispuesto a la entrega compasiva y generosa.



Cada vez más los valores de la sociedad de consumo ganan espacio y prioridad en los corazones de los hombres y mujeres, aun de aquellos que se identifican a sí mismos como discípulos de Jesucristo. Impera la soberbia, el consumismo, la auto gratificación y el desprecio por los menos favorecidos. Muchos llegan a identificar, con fervor idolátrico, los valores de la economía de mercado con la voluntad de Dios. El servicio humilde y abnegado parece ser repulsivo para muchísimos “cristianos” de nuestra época.



Los seguidores de Jesús, sus discípulos y discípulas, de ningún modo somos mayores que nuestro Maestro. Dios quiere un pueblo nuevo, formado de personas renovadas por su amor y compasión. Los auténticos discípulos de Jesucristo inician su camino negándose a sí mismos (despojándose del egoísmo), tomando su propia cruz (muriendo a la propia voluntad, para hacer la voluntad de Dios) y siguiendo a Jesús (en forma viva y creativa).



“Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo: Aunque Cristo siempre fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. Al contrario, renunció a esa igualdad, y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. Como hombre, se humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte: ¡murió clavado en una cruz!” Filipenses 2.5-8

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