sábado, 27 de diciembre de 2014

Paz perfecta y duradera

Dios hará vivir en paz a quienes le son fieles y confían en él.” Isaías 26.3

La agitación y la intranquilidad parecen ser la moneda corriente de nuestra vida moderna. El ritmo cotidiano, el tránsito caótico, y la inseguridad reinante son capaces de hundirnos en un remolino extenuante.

Pero hay una paz que el mundo no conoce. Una paz perfecta y duradera. La paz que solamente Dios puede dar, y efectivamente da, a sus hijos, los que por la fe reciben el don de su gracia en Cristo Jesús.

La paz que Dios da es perfecta. Incluye el bienestar y la tranquilidad física, emocional y espiritual. Se disfruta individual y comunitariamente. A decir verdad, no existe verdadera paz si ésta no es compartida. La paz que Dios da se enraíza en la justicia. Es una bendición para su pueblo (Salmos 29.11) y es dada en, y por, Cristo (Juan 14.27).

Para recibir y gozar la paz del Señor, debemos mantenernos firmes junto a Él. Firmeza no significa, como algunos pueden pensar, “dureza”. La integridad es indispensable para gozar de la paz que Dios da. Un carácter fluctuante, inconstante y falto de autenticidad no es capaz de anhelar ni recibir la justicia de Dios que produce la paz. Dios exalta la lealtad (Salmos 101.6) y promete la corona de la vida para los fieles (Apocalipsis 2.10)

Los esfuerzos humanos poco, por no decir nada, pueden hacer para alcanzar la verdadera paz. Esa paz es de naturaleza divina, eterna e inalterable. La fe es el medio, el camino correcto, para alcanzar esa paz que sólo Dios puede dar y el mundo no puede de ningún modo conocer. La paz es afirmarnos en la Roca del Señor (Isaías 28.16) y esa Roca es Cristo (1Pedro 2.6).

Haciendo eco de las palabras del salmista: “busca la paz, y síguela”. Es necesario que, como hijos e hijas de Dios, busquemos la paz y la sigamos. Para alcanzar esa maravillosa paz que Dios nos ofrece, debemos desearla con todo nuestro ser, que afirmemos nuestro carácter en la integridad del carácter del Señor y que confiemos en que sólo su paz puede satisfacer el anhelo de nuestros corazones. ¡Shalom!

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