martes, 1 de diciembre de 2015

El cielo y el infierno

Las ideas del cielo y el infierno llenan la mente y el discurso de los cristianos. El cristianismo adolece de un medievalismo incurable. El mensaje diáfano de Jesús, tan centrado en la vida cotidiana, se transformó en una preparación para la muerte. El reino de Dios, que para Jesús es aquí y ahora, se transfirió a una realidad etérea; y para quien no coincidiese... bien, se prometió un lugar terrible.


"La venida del reino de Dios no es algo que todo el mundo pueda ver. No se va a decir: “Aquí está”, o “Allí está”; porque el reino de Dios ya está entre ustedes." Lucas 17.20-21

Cada persona puede crear su propio cielo o su propio infierno aquí en la tierra, en su vida diaria, según sus actitudes. La idea de que las personas puedan ser arrojadas a un fuego eterno para ser torturadas no es compatible con un Dios de amor. Las personas crean sus propios infiernos, y su "castigo", en sus propios pensamientos de dolor, resentimiento, angustia, miedo, envidia, odio o cualquier otro tipo de pesar.

El pecado es nuestra separación de Dios, el Bien, en la conciencia. La salvación es algo actual, no algo que sucede después de la muerte. Ella tiene lugar cada vez que apartamos nuestros pensamientos del temor, la ansiedad, la preocupación y la duda y tenemos pensamientos de amor, armonía, gozo y paz. La “caída” tiene lugar en la conciencia cada vez que caemos en el hábito del pensamiento negativo.

¿Cómo podría el Dios de Amor crear un lugar como el infierno? Si Dios es bueno y compasivo, si está presente en todas partes, ¿dónde podría existir el infierno? El infierno sólo puede existir en nuestra propia mente, cuando en ella reinan los pensamientos y las emociones negativas. Algunos se preguntarán: Si esto es verdad, ¿por qué Dios permite que ocurran cosas terribles en el mundo? 

El infierno no es un castigo eterno por la maldad. Dios no puede castigar ni causarle ningún daño a nadie; Dios solamente conoce la Perfección, el Bien y la Bondad. Es nuestra propia actitud, nuestra propia ignorancia de la Verdad la que nos causa los males que podamos experimentar. Si en nuestras vidas nos esforzamos por vivir y ver el Bien en la creación, nuestro prójimo, en todas las cosas y en todas las condiciones, pasamos a experimentar condiciones "divinas", el cielo, en nuestras vidas.

"Cuando el rey entró a ver a los invitados, se fijó en un hombre que no iba vestido con traje de boda. Le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no traes traje de boda?” Pero el otro se quedó callado. Entonces el rey dijo a los que atendían las mesas: “Átenlo de pies y manos y échenlo a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.” Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos." Mateo 22.11-14

Dios nunca nos castiga por nuestros pecados; son nuestros pecados los que nos castigan. Nuestros pensamientos, emociones y actos negativos, simplemente tienen consecuencias negativas en nuestras propias vidas. El cielo y el infierno son estados de conciencia, no sitios geográficos. Nosotros creamos nuestro propio cielo o infierno aquí y ahora por nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Jesucristo, el más grande Maestro espiritual que el mundo ha conocido, vino a enseñarnos un método de pensamiento y una forma de vivir que nos conducen a un sentido de vida con la Omnipresencia de Dios y a experimentar el Bien en todo lo creado, como muy claramente lo expresa el texto citado antes: "el reino de Dios ya está entre ustedes."

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