Aprendimos el camino a los tumbos.
Cuando éramos niños, cada paso
iba abriendo sendas eternas, mágicas,
de mano de nuestros padres o en
solitarias aventuras de fantasía.
¿Por qué ya no nos sorprendemos,
pensando que todo es así como es,
y dejamos morir en vida al juego de la vida?
Cada amanecer nacemos niños,
hijos e hijas del Único Padre y Madre,
para tomar muy en serio el juego de vivir.
Todos los nombres son nuestros:
Imagen del Uno en uno,
Hijo de la vida que vive,
Instante eterno,
Reflejo de Luz incomprensible.
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