Cuando nuestro pasado era todavía futuro,
y nuestros días no eran más que pensamiento,
éramos conocidos por el gran desconocido,
que en su Hijo nos hizo hijos de la eternidad.
Principio y fin son Uno en ese único que, en él,
también nos hace únicos en el Uno.
Es el Hijo el primero entre muchos hermanos
y hermanas que se abrazan en amor.
Cuando nuestro pasado era todavía futuro, nos llamó;
y el llamado de la amorosa voz paterna, nos hizo justos;
y nuestra justicia, que es de Otro, nos dio parte en su gloria.
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