viernes, 11 de marzo de 2016

La benigna voluntad del Padre

A menudo, cuando se habla de la Voluntad de Dios, se la relaciona con acontecimientos desagradables o carencias de todo tipo. De forma explícita o no, para la mayoría de las personas Dios es un padre severo o un juez implacable a la espera que comentamos el mínimo error para hundirnos en el peor de los infiernos. Frecuentemente, nuestras oraciones son más o menos así: "Por favor, Dios, sácame de este apuro, que yo sé, que vas a pensar que no me conviene, porque tú quieres imponerme esta prueba." Demás está decir que una plegaria de esa clase es respondida, como todas las plegarias son respondidas, de acuerdo a la fe del que ora. 

"Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo." Jeremías 29.11


Todos nosotros hemos experimentado que Dios nos atiende a veces y otras, de forma inexplicable, no nos atiende. En este último caso es cuando nos consolamos pensando que hay que resignarse ante la voluntad de Dios. Es decir, casi todos creemos en la práctica que la voluntad del Creador es mala. Pero al mismo tiempo la religión enseña que Dios es nuestro Padre; un Padre infinitamente amoroso sabio y eterno. ¿Nos damos cuenta que ambas afirmaciones no concuerdan? ¿Tiene sentido que un Padre amoroso y sabio pueda sentir y manifestar mala voluntad hacia sus hijas e hijos? La verdad es que la voluntad de Dios, para con todos nosotros, es siempre benigna, con mayor libertad, mayor providencia, nuevas y numerosas oportunidades de servicio al prójimo, y vida más abundante para toda la creación.

"Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él." 1 Juan 4.16

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