La Biblia nos relata que Moisés fue adoptado, creció, y fue educado como hijo de la hija del faraón. Él pudo gozar de todos los privilegios de la realeza, del poder y la riqueza. "De esa manera Moisés fue instruido en la sabiduría de los egipcios, y fue un hombre poderoso en palabras y en hechos." (cf. Hechos 7.17-22)
A medida que que los años pasaban, Moisés era testigo de la opresión de su pueblo, y fue llamado para guiarlos a una vida de libertad en la Tierra Prometida. La Escritura dice que Dios mismo "... atendió sus quejas" (Éxodo 2.24) y suscitó, del que había sido un privilegiado, un libertador. En camino hacia la Tierra Prometida, en medio de incertidumbres, degradación moral y confusión emocional, Dios hizo un pacto con el pueblo basado en el cumplimiento de los mandamientos dados a Moisés en el monte Sinaí.
"... atendió sus quejas, acordándose de la alianza que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Los vio Dios, y se dio cuenta de su condición." Éxodo 2.24-25

"Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace." Santiago 1.25
En resumen, podemos percibir que, lleno de la presencia Dios, Moisés ordenó estas simples leyes que llegan hasta los más profundos aspectos de la vida. Siendo así, cuanto más progresemos espiritualmente, o más profundo meditemos en los consejos de los mandamientos, más aspectos comprenderemos y más podremos obtener de ellos.
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