martes, 7 de marzo de 2017

No se preocupen

Los afanes de la vida cotidiana suelen ser la causa principal de nuestra falta de paz. Somos capaces de afrontar con valentía y entereza las más grandes tragedias, pero perdemos la cabeza por qué vamos a comer hoy, o qué ropa nos pondremos. En el sermón del Monte, un discurso altamente espiritual pero muy práctico, Jesús aconsejó a sus oyentes sobre cómo lidiar con la preocupación.

"Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?" Mateo 6.25

Jesús sabía muy bien que la preocupación absorbe y agota nuestra energía física, mental y espiritual, por eso instruyó a quienes lo oían, y a nosotros también, sobre el modo de enfrentar el afán, la preocupación y la falta de confianza.

La mayor parte de nosotros, ocasionalmente o con frecuencia, se ha preocupado por la propia seguridad económica, la crisis social o la incerteza acerca del futuro. Sin embargo, Jesús afirmó que podemos confiar en Dios para proveer lo necesario.

Es verdad que el futuro es incierto, pero debemos reconocer que la mayor parte de nuestros afanes no provienen de la carencia real, sino del deseo excesivo. Es muy probable que, al confiar nuestras necesidades a Dios, no recibamos todo lo que deseamos, pero con toda seguridad tendremos lo que necesitamos. 

"No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas." Mateo 6.34


Jesús nos exhorta a no preocuparnos por cosas como el alimento, la bebida o el vestido. Ese es el secreto para no permitir que el afán ocupe nuestros pensamientos y nos esclavice de tal modo que dejemos de vivir el presente. Él nos enseñó a mantenernos libres de la ansiedad sobre el mañana o, en otras palabras, vivir un día a la vez.

"El Señor es mi pastor; nada me falta." Salmos 23.1

En la práctica, la enseñanza de Jesús acerca del afán puede resumirse así: una firme confianza en las promesas benévolas de Dios reduce o elimina la preocupación. Nuestra responsabilidad es enfrentar cada día con fe y entusiasmo, dejando el futuro en la manos de Dios.

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