sábado, 27 de septiembre de 2014

El problema del mal

Uno de los mayores escollos para la fe es la experiencia del mal en el mundo. No podemos negar la gran cantidad de hechos y vivencias tristes, violentas y enfermas. Tanto para el creyente cuanto para el escéptico la pregunta que no deja de resonar es ¿si Dios es bueno, por qué permite el mal?

El mal no posee existencia propia. Es una ausencia de bien. Así como la oscuridad es ausencia de luz, una carencia, no una realidad en sí misma. Basta encender una luz para disipar la oscuridad. Basta manifestar el bien para disipar el mal.

“Dios nunca cambia. Fue Dios quien creó todas las estrellas del cielo, y es quien nos da todo lo bueno y todo lo perfecto.” - Santiago 1.17

Dios es siempre bueno, y siempre presente. Sería necio negar las manifestaciones del mal en la experiencia cotidiana, pero ese mal no tiene origen en Dios. Si pudiese haber la mínima oscuridad en Dios, todo perecería en el caos absoluto. El mal no existe, excepto aquel que es hecho, material o mentalmente, por el ser humano.

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