martes, 9 de septiembre de 2014

Dar gracias en todo

Es fácil sentirse agradecido cuando todo parece ir bien. Pero ¿agradecido de qué y con quién? Con frecuencia lo que parece gratitud es solamente un disfraz de la autosuficiencia, una máscara para esconder de manera aceptable la satisfacción egoísta de vernos libres de penurias y carencias y, sobre todo, de estar comparativamente mejor que otras personas. En resumen, esa disposición, ese sentimiento y actitud es gratificación, no auténtica gratitud.
 

Escribiéndole a la comunidad de Tesalónica, el apóstol Pablo les dijo: “Estén siempre contentos. Oren en todo momento. Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes como cristianos que son.” (1 Tesalonicenses 5.16-18). El contentamiento no es conformismo, sino disponibilidad de aceptar lo que es y lo que se tiene. Así se eleva el pensamiento y el sentimiento por encima de nuestros límites ¡eso es la oración! Y la genuina gratitud se manifiesta en alegría, paz y receptividad.
 
Dar gracias en todo significa derrumbar los muros que nos atan a nuestra limitación, a nuestro egoísmo, a nuestra desconfianza, y recibir la vida con los brazos abiertos. Todos los sucesos, todas las circunstancias, todas las experiencias, inclusive las que aparentan ser negativas, son un motivo de gratitud. Cuando agradecemos por aquello que es, nos abrimos a la infinita bondad y sabiduría de Dios, y éstas se manifiestan en nuestra vida como nuestra vida misma.

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